Emotiva carta de Totti a los hinchas de la Roma.

“Hace veintisiete años, llamaron a la puerta de nuestro apartamento de Roma. Mi madre, Fiorella, fue a abrir. Quien resultó estar al otro lado acabaría definiendo mi carrera futbolística.

Cuando abrió la puerta, un grupo de hombres se presentaron como directores deportivos. Pero no eran de Roma. Vestían de rojo y negro. Eran del AC Milan. Y querían que fuera a jugar a su equipo. A cualquier precio. Mi madre rechazó la propuesta.

¿Qué crees que le dijo a los hombres? Cuando eres un niño en Roma, sólo hay dos opciones: o eres rojo o eres azul. Roma o Lazio. Pero en nuestra familia sólo había una opción posible.

Desafortunadamente, yo no conocí a mi abuelo porque murió cuando yo era muy pequeño. Pero me dejó un gran regalo. Afortunadamente, mi abuelo Gianluca era un gran aficionado de la Roma, y le transmitió ese amor a mi padre, que luego nos lo transmitió a mi hermano y a mí. Nuestro amor por la Roma fue algo que llevábamos dentro. La Roma era más que un club de fútbol. Era parte de nuestra familia, nuestra sangre, nuestras almas.

No podíamos ver muchos partidos en la televisión porque, incluso en Roma, no los televisaban en los 80. Pero cuando tenía siete años, mi padre compró entradas y finalmente pude ir a ver ‘I Lupi’, los lobos, en el Estadio Olímpico. Cierro los ojos y recuerdo ese sentimiento. Los colores, los cánticos, las bengalas apagándose. Era un chico tan impresionable que sólo estar en ese estadio rodeado de todos los hinchas de la Roma encendió algo dentro de mí. No sé ni cómo describir la experiencia… Bellissimo. Esa es la única palabra para ello.

En nuestra zona de la ciudad, en San Giovanni, no creo que nadie me viera alguna vez sin un balón en mis manos o mis pies. Empecé a jugar para clubes juveniles. Tenía posters y recortes de periodico de Giannini, el capitán de la Roma, en la pared de mi habitación. Era un icono, un símbolo. Era un niño de Roma. Como nosotros.

Y entonces, cuando tenía 13 años, llamaron a mi puerta. Los hombres del Milan me pedían unirme a su club. Una oportunidad con un gran club italiano. ¿Qué podía elegir? Bueno, no era mi decisión, por supuesto. Mi mamá era la jefa. Lo sigue siendo. Y estaba muy unida a sus chicos, digámoslo así. Como cualquier madre italiana, era un poco sobreprotectora. No quería dejarme marchar de casa por miedo a que pasara algo. “No, no”, le dijo a los directores. Eso es todo lo que tenía que decir. “No me interesa, no, no”. Ese era el final. Mi primer fichaje fue rechazado por la jefa. Mi padre nos llevaba a mi hermano y a mí a nuestros partidos del fin de semana. Pero, de lunes a viernes, Mamma estaba al mando. Fue difícil decir que no al Milan. Habría significado mucho dinero para nuestra familia. Pero mi madre me enseñó una lección ese día. Tu hogar es lo más importante en la vida.

Unas semanas después, luego de que acudiera un ojeador a uno de mis partidos, la Roma hizo una oferta. Iba a vestir la giallorrosa. Mamma lo sabía. Ayudó a mi carrera de muchas formas. Síu, era protectora -¡lo sigue siendo!-, pero hacía muchos sacrificios para asegurarse de que yo estuviera en el campo todos los días. Sé que aquellos primeros años fueron muy duros para ella. Era mi madre la que me llevaba a los entrenamientos. Fuera de los campos, esperaba por mí. Dos, tres, a veces cuatro horas mientras entrenaba. Lloviera, hiciera frío, iba igual. Ella esperaba para que yo pudiera cumplir mi sueño.

No supe que iba a debutar con la Roma en el Estadio Olímpico hasta 90 minutos antes del partido. Me senté en el autobús que nos llevaba desde nuestras instalaciones campo y mi emoción creció. La calma que había cosechado durmiendo la noche anterior se había ido. Los hinchas de la Roma son diferentes a todos los demás. Esperan mucho de ti cuando vistes esa camiseta. Debes demostrar que vales y no tienes mucho margen de error.

Cuando entré al campo para el primer partido, estaba sobrepasado de orgullo por jugar en mi casa. Por mi abuelo, por mi familia. Y en 25 años de presión -y privilegio- eso nunca ha cambiado. Por supuesto he cometido errores. E incluso hubo un momento, hace 12 años, cuando pensé en dejar la Roma para irme al Real Madrid. Cuando un equipo muy exitoso, probablemente el más fuerte del mundo, se interesa por ti, empiezas a pensar como sería la vida allí. Hablé con el presidente de la Roma y eso me hizo pensarlo. Pero, al final, la charla que tuve con mi familia me recordó de qué va la vida en realidad. Tu hogar lo es todo.

Roma ha sido mi casa 39 años. Y en 25 años de futbolista, Roma ha sido mi casa. Ganando el Scudetto o jugando la Champions, espero haber representado y hecho crecer los colores de la Roma tan alto como sea posible. Espero haberos hecho sentir orgullosos. Pueden decir que soy un hombre de costumbres. Ni siquiera me fui de casa de mis padres hasta que no me prometí con mi mujer, Ilary.

Así que cuando echo la vista atrás y pienso en lo que echaré de menos, sé que será la rutina, las cosas del día a día. Las muchas horas de entrenamiento, las charlas en el vestuario. Creo que lo que más echaré de menos será tomar café con mis compañeros cada día. Quizá si vuelvo como director un día, esos momentos seguirán ahí.

La gente me pregunta, ¿por qué pasar toda tu vida en Roma? Roma es mi familia, mis amigos, la gente que quiero. Roma es el mar, las montañas, los monumentos. Roma son los romanos. Roma es la roja y amarilla. Roma, para mí, es el mundo.

Este club, esta ciudad, han sido mi vida.

Sempre”.